Leyenda de El Yastay
Leyenda de El Yastay
Yastay: El Guardián de los Andes
El Yastay, también conocido como Llastay o Llajtay, es una figura central en la mitología andina, venerado como el dios tutelar de las aves y protector de los animales del cerro. Su rol principal es velar por la fauna silvestre por encargo de la Pachamama, de quien se dice es su hijo y hermano del viento.
Apariencia y Atributos
El Yastay suele manifestarse de diversas formas. La más común lo describe como un anciano de barba blanca, que porta un cetro y una flauta. Con la suave melodía de su flauta, es capaz de sosegar a las fieras. Se le atribuye una agilidad asombrosa, ya que calza unas ojotas que actúan como alas en sus pies, permitiéndole ascender y descender los cerros con brincos inverosímiles.
También puede adoptar la forma de un joven o de cualquiera de los animales que protege. Cuando se presenta como un animal, es siempre el ejemplar más grande y distintivo de la manada, lo que lo convierte en el "jefe" de esta.
Protector Benevolente y Vengador Feroz
El Yastay se muestra benevolente con los cazadores respetuosos, aquellos que se acercan a la manada de manera tranquila y pacífica. Para ellos, puede aparecer con un rostro angelical y servir de guía en medio del desierto, conduciéndolos a la prosperidad.
Sin embargo, es un enemigo implacable de los malos cazadores, aquellos que depredan la fauna sin razón o matan a las crías. Si se les presenta en la forma de un guanaco, este encuentro es un presagio de muerte. Los cazadores se sentirán compelidos a perseguirlo, siendo atraídos irremediablemente hacia un precipicio. En otras ocasiones, desata toda su furia, mostrándose con una cabeza de demonio y lanzando lenguas de fuego por su boca, siendo imparable.
Invocación y Ofrendas
Los cazadores invocan al Yastay para tener éxito en la cacería y para evitar el mal de altura (apunarse) en los cerros. La ofrenda ritual tradicional es el "cocho", una mezcla de harina de maíz tostada y polvo de algarroba negra o azúcar.
El Yastay y la Pachamama
Como señala Juan B. Ambrosetti, el Yastay, junto con la Pachamama, son númenes propicios que brindan los frutos de la tierra. Sin embargo, es crucial usarlos con mesura, pues de lo contrario, estas divinidades hacen pagar caro el despilfarro.
En esencia, el Yastay cumple una función similar al Coquena de la Puna, siendo ambos guardianes de la vida silvestre y las montañas en sus respectivas regiones.