Mitos y Leyendas de la Isla Mocha
Mitos y Leyendas chilenas
Leyendas de la Isla Mocha
La Leyenda de La Vieja Llorona
Cuentan que en pleno invierno, cuando la lluvia y el viento parecen danzar dominando el paisaje y la oscuridad empieza a caer, recorre los caminos de la isla una mujer que llora desconsoladamente. Los lugareños cuentan que busca a su hijo perdido.
Si alguien se atreve a aventurarse por esos caminos, ella sale al encuentro y si el aventurero va a caballo se le monta en anca, sin dejar de llorar. Cuentan que va vestida de negro y que solo resaltan sus ojos y sus dientes que son blancos.
Cuentan los antiguos que aparecen en el lado norte de la isla, hacia el lugar llamado la "Hacienda" y que luego, cuando ella pasa cerca de las casas, los perros aúllan lastimeramente y la gente se asusta mucho.
El Niño perdido
Leyendas de la Isla Mocha
Era un hermoso fin de semana en el sector El Faro, lugar donde residen los uniformados de la marina encargados de alimentar los faros de la isla. Hasta ahí había llegado un matrimonio con su hijo de unos nueva años. Este niño rubio, recorría el sector de un lugar a otro para satisfacer su curiosidad. Una tarde se reunió con otros chicos de su misma edad y se fueron a jugar en un rincón a la orilla de la montaña, quebrando palos, juntando flores, escudriñando insectos y corriendo sin cesar.
De pronto, se desata una tormenta, esas que en el invierno no dan ganas ni de asomar la punta de la nariz, con truenos, relámpagos, lluvia y fuertes vientos que arrastran todo lo que pillan de un lugar a otro. Los chicos, al ver que oscurecía y, sabiendo lo que se venía, no dudaron ni un segundo para alejarse e irse a sus casas, pero el muchachito forastero o "el continental", como lo llamaban los otros, no le dio ni importancia y siguió explorando, aún escuchando las llamados y advertencias de sus amiguitos que corrían a toda velocidad campo abajo para llegar pronto a sus casas.
Al llegar la tarde, los padres del muchachito, viendo que su hijo no regresaba, empezaron a preocuparse y salieron a mirarlo por los alrededores del lugar. Como oscurecía rápidamente, decidieron salir en su búsqueda preguntando incluso en las casas de los vecinos si es que lo habían visto, pero nada.
El miedo y la desesperación empezaron a hacer presa de ellos, llegando a pensar que a su hijo le avía sucedido algo grave. Solicitaron la ayuda a los vecinos, quienes, reuniéndose con antorchas, lámparas y formado grupos de cuatro o más personas, empezaron la búsqueda.
Los gritos y llamados resonaban por todos los rincones de la isla. De vez en cuando, el viento arremolinado, apagaba las lámparas y no permitía que los gritos fueran escuchados.
De pronto empezó a llover con tal fuerza que fue imposible seguir con la búsqueda y debieron regresar con la tristeza y la desilusión pintadas en los rostros de aquellas gentes que nada podía hacer frente a la implacable naturaleza que se negaba a darles la oportunidad de encontrar al extraviado niño.
Llovió durante dos días y los padres del muchachito, con la esperanza renacida, comenzaron otra vez la búsqueda, solicitando la ayuda a las autoridades y vecinos que igual que la primera vez, quisieron colaborar. Comenzaron a buscar por los alrededores y en los bosquecillos que encontraban camino del lugar donde el niño había desaparecido.
Cuando de pronto, vieron humo a los pies de la montaña. Corrieron en esa dirección sin detenerse y, cual sería su sorpresa al encontrar al pequeño durmiendo tranquilamente a la orilla de una fogata, totalmente seco y sin un rasguño en la piel. Le despertaron y el niño les mira como si nada hubiese sucedido, pero al ver los rostros asustados de quienes lo observaban, recordó todo y contó a sus padres y vecinos que cuando comenzó a llover, el se asusto y al no ver a sus amigos, comenzó a llorar desesperadamente.
Entonces, apareció frente a el un hombre muy alto y delgado que vestía entero de negro y quien lo invitó y le llevo a un lugar desconocido para él, donde había mucho fuego.
Este caballero de negro, como lo denomina el niño, le había dado de comer sin decir nada. Luego, se había quedado dormido, para despertar en el lugar donde fue encontrado sano y salvo.
Los que escucharon el relato, sobre todo los mas ancianos, rezaban y hacían la señal de la cruz, temerosos de que el "Hombre de Negro" volviera al lugar a buscar al pequeño. El joven, después de relatar lo sucedido, volvió a la casa para descansar y luego hacer sus maletas y regresar al continente.
Los ancianos del lugar aseguran que aquel "Hombre de Negro" no era otro que el mismísimo Lucifer que ronda las oscuras noches frías de invierno, buscando un alma para llevársela con él.
Las Apariciones de los Derrumbes
En la parcela n º20, sector "Los derrumbes", se comenta desde muchos años atrás de las apariciones de un perro sin cabeza. El animal, se parece de repente y sigue los pasos de las personas. Dicen que este perro era el cuidador de un entierro.
También, cuentan que por allá en el año 1958, en este mismo sector, iba un señor a caballo, cuando de repente se le apareció un conejo blanco, muy blanco.
Tanto le llamo la atención su blancura que decidió bajarse del caballo y seguirlo. El conejo empezó a dar vueltas y vueltas alrededor de un montículo y cuando estaba por alcanzarlo, tropezó y callo al suelo. Cuando se levanto, el conejo blanco había desaparecido.
El hombre sintió un gran miedo pues, en ese entonces no existían conejos en la isla. De inmediato, subió a su caballo y huyo del lugar a todo galope.
Al llegar a su casa, después de contar lo sucedido, se puso a pensar que podía ser, pero no encontró la respuesta. Al día siguiente, se levanto muy temprano y fue al lugar donde había visto al conejo blanco.
Al llegar, se encontró con una gran sorpresa: en el montículo en que estaba una mata de chupalla, la cual avía sido arrancada, había un gran agujero. Todos dicen que ahí había un entierro y que alguien debe haberlo sacado, ya que el conejo blanco no apareció más.
Leyenda del Pino Huacho
En realidad la historia no se trata de un pino, sino de un ciprés que se eleva solitario a la orilla del camino en la parcela nº 20.
Dicen los lugareños que es en ese lugar en que sale el diablo y todo aquel que circula por ese lugar en noches de invierno, lo acompaño o se sube al anca de su caballo.
Por eso los sureños, cuando viene al lado norte tratan de irse antes que caiga la noche. Cuentan que un señor que vive en el lado sur de la isla, un día martes que fue a visitar a su hermana que vive en el lado norte.
Después de tomar once se despidió de su hermana, tomo su moto y partió rumbo a su casa. Eran alrededor de las seis de la tarde, iba en la parcela nº 19 frente al "Santiago", cuando sitio que alguien se le subió a la moto.
Era tan grande su miedo que no se atrevía a mirar hacia atrás. Trato de frenar su vehículo, pero este no obedeció y siguió avanzando. El hombre sentía correr su transpiración, pero no lograba emitir sonido.
Cuando llego al "pino huacho", sintió que un hombre de negro, es decir el diablo, se bajo de la moto y desapareció.
Este señor llego con el corazón en la mano a su casa, donde contó lo sucedido. Esa noche no pudo dormir pensando en lo que había vivido y se prometió a sí mismo no volver de noche a su hogar.